Fernando, el joven cuyo asesino fue visto por miles, pero la Policía no puede (o no quiere) atraparlo

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Tenía dos sueños que los iba a alcanzar este 2018: terminar la carrera de Derecho y participar en el Mr. Bolivia. Pero un asesino cortó por la espalda su destino la madrugada del lunes 11 de diciembre del año pasado. Las cámaras del local donde se produjo el crimen grabaron todo y “todos” conocieron, a través de las redes sociales y la TV, al homicida, pero hasta ahora la Policía no lo atrapa.

Teresa Guillermina Coaquira, esposa de Luis Antonio Salas

Luis Fernando Sempertegui Flores tenía 27 años el día que un hombre le clavó una manopla entre el mentón y el cuello cuando se defendía de otro de sus atacantes en la puerta del local Luna Park de Santa Cruz de la Sierra. Fue a traición. Ese mismo día, la familia de la víctima y la Policía identificaron a Luis Antonio Salas Aguilera como «el asesino».

Gracias a las cámaras de seguridad, también fueron reconocidos los otros tres agresores: Adolfo Cuadros, Denis Omar Ponce Trigo y Franklin Chávez Cuellar. De todos ellos, sólo el primero está detenido, el resto, incluido el homicida están prófugos.


Teresa Guillermina Coaquira Laurente, de nacionalidad peruana y pareja de Salas, fue aprehendida y encarcelada en Palmasola el pasado 21 de diciembre, tras ser imputada por los delitos de homicidio en grado de complicidad y encubrimiento. Esta mañana recobró su libertad.

“La justicia es sólo para los que tienen dinero”
Antenor Sempertegui, padre de la víctima, siente impotencia y frustración cada día que pasa y la Policía no atrapa al criminal que, según informaciones oficiales, huyó al Perú dos días después de haber cometido el hecho.

“Matan a la gente como a perro, todos ven al asesino a través de la televisión e internet y la Policía no lo detiene hasta ahora; sólo para los que tienen dinero hay justicia”, señaló hoy a Rimay Pampa.
Nancy Sempertegui, hermana de Luis Fernando, escribe casi cada día mensajes en una cuenta de Facebook, creada para pedir justicia. En ese espacio virtual descarga su rabia y su impotencia contra la gente que sumió en una interminable angustia a sus padres y destruyó a su familia.
Antenor está seguro que en la Fuerza Especial de Lucha Contra el Crimen (FELCC) y en la Fiscalía saben dónde están los agresores de su hijo, pero no hacen mucho para detenerlos.
Sospecha que “tal vez está corriendo por debajo” porque los inculpados por este hecho pertenecen a una comparsa de Santa Cruz y “son de tener”.
“Ya atraparon a los asesinos de Jesús y Carla (al último en Brasil), un crimen que también conmocionó al país; pero no detienen a los asesinos de mi hermano y ya van a ser dos meses”, reclamó Nancy.

Luis Antonio Salas Aguilera y su pareja. Ella fue liberada hoy y él está prófugo en Perú.

Disciplinado y buen estudiante

Luis Fernando, que nació en Pocoata, Potosí, el 2 de marzo de 1990, era el menor de cuatro hermanos, y como tal, era el más mimado por su familia, particularmente por su mamá, Gabriela Flores, que desde aquel día no puede recuperar su estabilidad emocional.  

Era un buen estudiante desde niño y muy disciplinado; su día transcurría entre la universidad y el gimnasio. Cuidaba su cuerpo porque ya era modelo y se había propuesto participar este año en el concurso Mr. Bolivia

Luis Fernando no era peleador, por el contrario, era muy tranquilo y hasta callado. Nancy lo recuerda cariñoso, aficionado al basquetbol y amante de la música; tocaba guitarra, charango y trompeta y llegó a ser parte de la banda de guerra del colegio «24 de Agosto» de Pocoata.

Migró con su hermana a Potosí, donde terminó el bachillerato en el colegio particular Santa María. De la Villa Imperial, se fue solo a Sucre, donde ingresó a la Udabol a estudiar Derecho, carrera que iba a concluir este año.

Llegó el 2016 a Santa Cruz a solicitud de su hermana, que se preocupó de reunir a toda su familia en esa ciudad, a donde Luis Fernando pidió su transferencia universitaria para seguir su formación.
A Antenor le duele recordar el día que le llamaron desde Santa Cruz para informarle sobre la desgracia que había sufrido su hijo. Cuando le dieron la noticia no creyó, cuando le dijeron el nombre de su “wawa”, tuvo la sensación de que se abría la tierra y caía, caía, caía en un abismo infinito.
Viajó casi mil kilómetros desde el Norte de Potosí y llegó directamente a la clínica donde estaba internado su hijo. Lo vio, pero no pudo escuchar ni una palabra más de los labios de Luis Fernando, de quien se despidió en un doloroso silencio que le desgarró el alma… y se sintió perdido.
La familia Sempertegui sabe que ya nada ya será igual, pero quiere al menos un consuelo: ver al asesino y sus cómplices en la cárcel.
Cada vez que Antenor y Nancy reclaman celeridad, en la Fiscalía y la Policía les responden con una sola palabra repetida: “paciencia, paciencia, paciencia” como si quisieran que se olviden del caso y todo sea como si nada hubiera pasado. 
«Ya hemos tenido paciencia, queremos justicia», exigen Antenor y Nancy y buscan una entrevista con el ministro de Justicia, Héctor Arce Zaconeta, como una última esperanza.
Luis Fernando iba a comenzar este mes a trabajar de modelo… y luego iba a concursar en el Mr. Bolivia y ser abogado…

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