Evo, el candidato

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Los masistas rebajaron a Evo Morales de Presidente del Estado Plurinacional a candidato presidencial. Al postularlo oficialmente, faltando dos años y medio para las elecciones nacionales,  lo expusieron como un político más en una desenfrenada carrera por la retención del poder. En otras palabras, Morales ahora está al nivel de los otros candidatos, pues, si bien formalmente no dejó la banda presidencial, pero en el juego político es un competidor más, aunque con mucha ventaja y más recursos económicos que sus adversarios.
Esa decisión también afectó la “psiques” de los electores, quienes a partir de la proclamación, perciben que todo lo que dice y hace Morales es como candidato y ya no tanto como presidente del Estado Plurinacional. Quizás decidieron adelantar la candidatura con la intención de evitar la discusión sobre la constitucionalidad de la reelección, aunque este punto le conviene al partido oficialista porque le puede servir para exponer a los políticos que se opongan como simples cobardes que temen perder en las urnas.
El MAS adelantó la carrera electoral con miras a las elecciones nacionales de 2014 y polítizó la agenda pública, confiado, seguramente, en las posibilidades reales de su candidato para ser reelegido. Sin embargo, es bueno que tome en cuenta algunos datos verosímiles y reales antes de seguir aplicando su estrategia.
Por ejemplo, casi todas las encuestas (que dan señales, pero no son la palabra de Dios) coinciden en que hay un 30% del electorado que votará sí o sí por el candidato del MAS. Es el denominado voto duro, que no cambiará, así se demuestren los peores males cometidos por Morales. Este bloque está en gran parte en el área rural y en menos porcentaje en las zonas urbanas.
Otro 30% del electorado (siempre según las encuestas) no votará por nada del mundo por el candidato masista. Así quede demostrado que Morales ha sido el mejor presidente de Bolivia, este grupo social no le dará su respaldo. Es el núcleo duro de la oposición, que preferirá a cualquiera menos al MAS. Bajo el fin justifica los medios, puede que juegue al voto útil y decida apoyar a un postulante con el que no se identifica ideológicamente, pero es el que tiene más posibilidades de derrotar al régimen oficialista. En otras palabras, no querrá desperdiciar su voto en el candidato de su preferencia por no tener posibilidades reales.
¿Qué pasará con el 40% restante? Por lo señalado, los anteriores grupos pueden ser tipificados como fundamentalistas o fanáticos de sus opciones ideológicas. Este segmento numeroso no tiene esas características, es más racional y puede definir su voto en función de proximidades ideológicas, afinidades, agradecimientos, temores, identidades, indecisiones. Debido a su nivel lógico y psicológico es muy difícil de ser conquistado, pues, evalúa no solamente la vida económica, política y social del país, sino pone en la balanza los valores morales de los postulantes y observa las confianzas que han generado. Este grupo se encuentra en gran medida en las áreas urbanas, pero también ha surgido en el espacio rural. Ha sido determinante en el 64% alcanzado por el MAS en 2009.
A estos elementos, se suma el hecho de que el candidato presidencial oficialista ya no es un político cero kilómetros como en las pasadas elecciones, ha acumulado muchos antecedentes, buenos y malos, los cuales serán muy bien evaluados, particularmente, por este 40 por ciento, que bien puede dispersarse entre los que desean evitar el retorno de la derecha o entre los que no quieren incubar un gobierno autoritario de largo aliento y con pocos valores humanos.
Hasta el momento, el MAS solo ha trabajado en el 30% cautivo, pero se olvidó del mayor segmento, al que quiere contentar con un teleférico. Por cierto esa estrategia de comprar el voto con una bolsa de fideo ya no es efectivo. Es otro tiempo y priman otras cosas.

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