Descolonización

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Andrés Gómez Vela
La percepción sonora de esta palabrita, cuya fuerza está en el prefijo, surte un efecto de negación inmediato en el oyente, en ese proceso que desentraña los morfemas y los sustratos subléxicos. Entonces, la Descolonización se entiende como todo lo contrario de colonización (acción y efecto de colonizar). No es una palabra que alimenta el sonido armonioso de la gramática. Tampoco es muy seductora. Es algo tosca, por su negatividad más que por su vocalización. 
El prefijo, “des”, demuestra que ahora se hace todo lo contrario de lo que se hacía antes. Por ejemplo, des-aprobar, des-nacionalizar o des-encantar. Estas palabras dan la idea de que antes se aprobaba, ahora no; antes se nacionalizaba; ahora no; antes se encantaba y ahora no; antes se colonizaba y ahora no. 
Por tanto, si colonizar se entiende como formar o establecer colonia en un país foráneo, descolonizar será abandonar ese país. Si en términos políticos, es la administración y dominación de un territorio por una potencia extranjera, descolonizar significará desocupar esos territorios. En el caso de los grupos sociales bolivianos que reproducen esta palabra no aplica ninguna de estas situaciones porque la conciben desde la ubicación de excolonizados.  
Explicado el significado de la palabra, lo que resta es construir este concepto. A primera vista se trata de deshacer todo lo que hicieron en contra de los habitantes de este lugar los colonizadores incas, españoles y estadounidenses. Los primeros no solo intentaron imponer una lengua, sino que ocuparon territorios de otros pueblos; los segundos, impusieron una lengua, una cultura y ocuparon espacios geográficos durante casi cuatro siglos; los últimos, no impusieron lengua ni ocuparon territorios, pero sí impusieron dos componentes efectivos: cultura y economía. “Demostraron” al mundo con una apabullante industria cultural que su forma de vida, el “american life”, es lo mejor y que su lengua es universal y portadora del conocimiento. En el caso de la economía, “saquearon” los recursos de los países de la región a través del sistema capitalista. Deshacer todo lo sucedido imposible.
Pero, ¿por qué quejarse de esta suerte, si en realidad, el mundo está lleno de historias de colonización? Roma colonizó el “mundo conocido” durante 1.200 años; los musulmanes ocuparon España por casi 800 años; y España tomó América cerca a 400 años. Desde la mitad del siglo XX aminoró la ocupación, entre otras cosas, gracias a la creación de la ONU. Sin embargo, no desapareció la colonización, sino que pasó a ser económica y cultural.
En este sentido, renegar de la colonización española a tal punto de negar hasta los mínimos positivos no es descolonización, sino resentimiento con un pasado que ya no podrá cambiarse.
Maldecir la “dependencia pasada” de Bolivia hacia a Estados Unidos no es descolonización, sino la expresión de complejos o frustraciones colectivas frente a un imperio, ante el cual ningún país digno puede someterse, pero tampoco negarse a tener relaciones en el marco del respeto mutuo o los “límites de la globalización”.
Despreciar al otro porque tiene otro color de piel o por pensar diferente o llamar salvajes a indígenas que tienen otra forma de vida no es descolonización, sino racismo y discriminación.
Reproducir las imposiciones de los colonizadores (atropellos, desprecios, hegemonías violentas) no es descolonización, sino colonización.
Descolonizar es superar la historia para no reproducir las prácticas del colonizador y erigir un ser descolonizado, un ser intercultural que no se sienta ni inferior ni superior a otra persona de cultura diferente a la de él o ella, tampoco mantenga un resentimiento con su pasado a tal punto de envenenar su alma y quedarse estacionado siglos atrás. Un ser descolonizado no es vengativo, sino seductor inteligente del vivir bien. 

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